Pienso en cómo sería mi vida, si fuera un portero profesional como mi ídolo Óscar Ibáñez. ¿Qué se sentirá que todo el país te vea y conozca y su mitad, más uno, te aliente? 

Sueño despierto mientras defiendo intrépidamente mi pequeña portería en la canchita de mi barrio, donde ya llevo tres buenas atajadas y donde me acaban de meter un gol por andar de soñador.